sábado, 26 de diciembre de 2015

La hidalguía en el Antiguo Régimen

Los hidalgos formaban parte del grupo nobiliario inferior en la Corona de Castilla. El hidalgo se remontaba a un solar y a un linaje conocido. Terminológicamente, hidalgo viene de fijodalgo, es decir, hijo de pro o de valía, por lo que se dejaba muy claro que la condición se transmitía por vía familiar. Su principal característica, como miembros de uno de los estamentos privilegiados, era el de no pagar impuestos o tributos, por lo que se diferenciaban de los pecheros, los que sí pagaban pechos.
Los hidalgos fueron adquiriendo importancia a partir del siglo XII en los reinos de Castilla y León, luego Corona de Castilla.
Hacia finales del reinado de Felipe II se calcula que los hidalgos constituían el diez por ciento de la población castellana. Los hidalgos abundaban más en el norte de la Corona (País Vasco y Cantabria), disminuyendo a medida que nos desplazamos hacia el sur. Los hidalgos eran más abundantes en la ciudad que en el campo. Esta situación cuantitativa y geográfica que hemos descrito se mantuvo muy estable al menos hasta el siglo XVIII. Pero la realidad social siempre es más compleja y dentro del grupo de los hidalgos había sus diferencias, manteniendo el principio básico del privilegio, sobre todo del fiscal. Había hidalgos solariegos, los de mayor consideración social, y otros de privilegio, que lo eran por decisión regia en pago por un servicio prestado a la Corona. Además eran evidentes las diferencias en función de la fortuna. Con excepciones se puede considerar que los hidalgos del norte eran más pobres que los del sur.
Los hidalgos no tuvieron la influencia social, económica y política de los niveles superiores de la nobleza. Su ámbito de acción se circunscribió al municipio. Tenían reservada una parte de los cargos u oficios municipales. En los libros que tenían que ver con la recaudación fiscal aparecían señalados para no tributar frente a los pecheros, algo que les distinguía claramente.
A partir de la llegada de los Borbones varias disposiciones provocaron que el número de hidalgos disminuyera progresivamente. Al final de la centuria eran nada más que el cuatro por ciento de la población. En la época ilustrada los hidalgos fueron perdiendo poder e influencia, habida cuenta del predominio de una mentalidad utilitarista que abogaba por ir acortando o aboliendo privilegios y distinciones en virtud del nacimiento, y solamente justificables en función de la valía personal demostrable. Aunque, bien es cierto, que habría que esperar al triunfo del principio de igualdad ante la ley de la Revolución liberal para terminar con estas distinciones sociales.

Eduardo Montagut

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