lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Qué entendemos por Edad Contemporánea?

La división de la Historia en edades,  etapas o períodos nace en Europa en el Renacimiento, cuando se contempla o define la etapa anterior, es decir, la Edad Media como un período intermedio entre la época clásica griega y romana y los tiempos modernos, representados por el Humanismo. La Edad Media tenía para los humanistas una connotación negativa, al considerarse que había sido un retroceso de la supuesta brillantez de la época grecolatina, que ahora se pretendía recuperar. Esta visión ha pesado mucho desde entonces, convirtiéndose en un tópico que hoy ya no se sostiene.
Esta división entre antiguos y modernos fue el inicio de partida de la posterior división de la época moderna en dos etapas separadas por una doble revolución, económica (Revolución Industrial) y política (Revolución liberal-burguesa), desencadenada en el mundo occidental a finales del siglo XVIII. A la segunda etapa se le denominaría Edad Contemporánea.
Pero este modelo de división de etapas es un producto de la cultura occidental y no se puede aplicar de forma clara, como una plantilla o molde, a otros lugares y culturas con desarrollos históricos distintos, además de que tampoco en el mundo occidental hay consenso en la denominación de etapas.
En el mundo académico anglosajón se entiende como Historia Contemporánea la historia a partir del siglo XX, reservando el resto para la Historia Moderna. En el resto de Europa occidental prima más la tradición cultural e historiográfica francesa que considera que la Edad Contemporánea nace con la Revolución Francesa a finales del siglo XVIII, siendo la Moderna la que iría desde el Renacimiento hasta la propia Revolución. En España se sigue este modelo. Aún así, conviene recordar que muchos aspectos de esa etapa que denominamos Moderna o del Antiguo Régimen pervivieron hasta la Gran Guerra en muchos lugares de Europa.
Por su parte, en la Europa oriental se considera que la Historia Contemporánea comienza después de la Primera Guerra Mundial, como en la tradición británica, aunque por razones distintas. En realidad, en esta zona europea no hubo profundos cambios entre el siglo XVIII y el siglo XIX, es decir, que se mantuvieron las estructuras políticas, económicas y sociales porque no se dieron Revoluciones liberales o fueron abortadas de raíz.
Por fin, en los países del mundo que consiguieron la independencia en los procesos de descolonización a partir de la Segunda Guerra Mundial, la Historia Contemporánea comenzaría a mediados del siglo XX, que es cuando se produjeron grandes cambios en su seno.
En conclusión, tenemos que recordar siempre que la periodización en Historia no puede ser rígida y debe obedecer a distintos criterios en función de realidades diferentes, así como a tradiciones de pensamiento propias. No se puede ni se debe aplicar un modelo a todas las áreas del mundo porque cada una tiene su propia historia.

Eduardo Montagut

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